Improvisar o morir
Algunos ya sabemos que, en nuestras vidas diarias, hay momentos de «improvisar o morir». Son momentos puntuales, que no alcanzan a nuestros cuadriculados horarios y que nos salvan de la rutina. A veces difíciles, a veces arriesgados, pero momentos saludables y apreciados.
Hoy en el metro he reafirmado mi idea de que estos momentos de improvisación son más valiosos de lo que pensamos. Y ha ocurrido de la siguiente manera: en la línea verde he tenido la mala pata de cruzarme con unos músicos, con instrumentos tradicionales peruanos, interpretando el tema «Bailamos«, de Enrique Iglesias. No sé si hace falta que diga algo más… Básicamente, ha sido un momento absurdo, bipolar, cacofónico, catrastrófico y sin sentido. A varios de los viajeros nos daba la risa floja. En fin, ha sido un alivio cuando han terminado.
Sin embargo, en mi trayecto en la línea amarilla, he topado con un músico, guitarra española en mano, improvisando temas a partir de lo que observaba en el vagón. Un chico joven, de aspecto desaliñado, y con una imaginación desbordada. Un trobador, un juglar, un poeta espontáneo que iba hilando y componiendo versos de los periódicos, los atuendos y las actitudes de los viajeros. Inmediatamente, la gente ha comenzado a prestar atención y, lo más importante para este músico callejero, a «rascarse los bolsillos» y ofrecer su aportación económica al arte improvisado. Y es que todos necesitamos improvisar, pero si además hay maestros de la improvisación sabemos reconocerlos.
Esto me ha recordado también que, hasta el domingo, se celebra en la sala verde de los Teatros del Canal la VI edición de FESTIM (Festival Internacional de Improvisación Teatral), www.teatroscanal.com/festival-improvisacion-2015. En el certamen participan compañías de México, Colombia, Italia, Argentina, Brasil, Portugal y España. Una buena oportunidad para disfrutar de algo diferente. Aire fresco, combates de imaginación y de humor, con o sin palabras, pero siempre improvisando.