Mirar con ojos de agua

Fotografía de David Ruiz, cortesía de Teatro Español
Hay temas universales en la literatura y en la vida; y el amor es uno de ellos. La belleza, la juventud, la vejez, la soledad y la muerte son los otros ejes centrales, ya sean en la ficción o en la realidad. Hacia unos corremos y de otros intentamos huir.
Esta semana he visto en el Teatro Español el monólogo «Ojos de agua», basado en La Celestina, y adaptado por Álvaro Tato, con dirección y música de Yayo Cáceres (ambos de Ron Lalá). En este montaje, el agua es la vida, y los ojos se llenan de agua (de alegría o de tristeza), según devengan los acontecimientos.
Pero hablar de La Celestina es hablar del amor, de la belleza, del sexo y de la juventud. Y todo esto desde la perspectiva del dolor del amor roto, del no correspondido, de la belleza perdida, y de la juventud pasada. Aunque el espectáculo no ha tenido en mi el efecto del «flechazo» amoroso que esperaba, he de decir que el monólogo sí que es una acertada revisión del texto, con el ritmo y la profundidad de los temas que navega.
Una Celestina en sus últimos años de vida, escondida en un convento, y encarnada por una Charo López que sí cumple las expectativas y que, cual buena Celestina, hace que te enamores. Un monólogo sobre el amor, la belleza y la juventud, tan deseados y tan frágiles, que nos llevan a veces a hacer locuras y a veces a necesitar la intermediación de alguien.
Lo que está claro es que de vez en cuando hay que revisitar los clásicos, para que no caigan en el olvido y para disfrutarlos de nuevo. Y parece que funciona, porque las entradas para «Ojos de agua» ya se han agotado hasta el fin de las funciones, el próximo 26 de abril (www.teatroespanol.es) .
Los clásicos son los clásicos, y además los necesitamos. ¿Quién no ha hecho alguna vez de Celestina, o ha requerido la asistencia de una de ellas?